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La situación que actualmente estamos viviendo debido a la emergencia sanitaria declarada por nuestro gobierno por el COVID-19, puede representar para nuestra comunidad un importante factor de estrés. El miedo y la ansiedad sobre esta enfermedad, así como el aislamiento prolongado, pueden llegar a resultar sobrecogedores y generar fuertes emociones. Sin embargo, aprender y practicar mecanismos para afrontarlas nos hará más fuertes y, por contigüidad, fortalecerá a nuestra comunidad.
Todos somos distintos y podemos reaccionar diferente ante situaciones estresantes. Nuestra manera de reaccionar dependerá mucho de nuestros antecedentes e historia de vida que, finalmente, es todo aquello que nos hace diferentes y nos dota de un valor único.
Quizás entre las personas que pueden reaccionar de manera más estresada ante el reto epidemiológico actual, se encuentren los mayores de 60 años, sus familiares, gente que padezca alguna condición preexistente, niños, adolescentes, gente con problemas de salud mental preexistente, personas con problemas de consumo de sustancias, etc.
Me gustaría subrayar que muchas otras pandemias han amenazado previamente a la humanidad, existen registros en la historia desde 430 a. C, y, sin embargo, la humanidad ha prevalecido, se ha reincorporado, reinventado y aprendido de ello. Nos encontramos en este siglo XXI sobre hombros de gigantes, pues vivimos tiempos en los que la medicina y la tecnología se encuentran altamente desarrolladas; justo ahora ya se están ensayando alternativas terapéuticas y se trabaja sobre el desarrollo de vacunas que nos conferirá inmunidad. Todo ello llevará tiempo y deberemos ser pacientes y, por salud, hemos tenido que detener nuestro ritmo de vida habitual, laboral, escolar, social, etc. Tenemos que resguardarnos para salvaguardar nuestra integridad y evitar la propagación del virus. En el confinamiento, inmediatamente cuidamos de nuestra salud física y comunitaria pero también resultará fundamental el cultivo y cuidado de la integridad de nuestra salud mental, pues como bien señaló la OMS “la salud mental es parte integral de la salud; tanto es así que no hay salud sin salud mental”.
Ahora mismo, parece un momento especial para cuidar de nosotros mismos, nuestros amigos, familia, compañeros y la población en general. El simple hecho de entregar nuestro tiempo a los demás, ayudar de formas razonables aun en cuestiones cotidianas en casa, permitirá desocupar nuestras mentes, quizás ahora hiperactivas y llenas de pensamientos que nos hacen vulnerables al miedo y la ansiedad.
Es aconsejable tomarnos una pausa y desconectarnos un poco de redes sociales, noticieros y tertulias que involucren el tema COVID-19 y volver la mirada hacia medios a nuestro alcance para cuidar de nuestro físico como el ejercicio regular, ejercicios de estiramiento, ejercicios de respiración profunda, meditación, yoga, comer de forma balanceada, evitar dietas restrictivas, evitar o disminuir el uso de alcohol y drogas, dormir horas suficiente con horarios de sueño fijos y bien establecidos. Asimismo, encontrar tiempo en el día, para relajarse, convivir con nuestro seres cercanos, charlar –aun a través de medios digitales que nos permitan verles- y explorar o retomar hobbies u otras actividades que nos resulten placenteras. Conectarnos con otros, hablar sobre nuestros sentimientos y preocupaciones también resultará válido y valioso en esta realidad.
Es por ello, que queremos compartir esquemas como el siguiente, así como otros materiales didácticos que consideramos que serán de gran valor para usted y su familia.
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Esta imagen ilustra las etapas en las que nos podemos desplazar en la presente crisis sanitaria. El llegar a la periferia, representa el haber podido adoptar estrategias de afrontamiento que van más allá del ámbito individual y que redundan en beneficio de todos, como el uso de estrategias de atención plena (mindfulness) para centrar la atención en el presente y evitar la sobre preocupación por el futuro.
Quedo a sus órdenes,
Dra. Rosa Díaz
Subdirectora de Atención a la Salud Mental del ITAM
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